miércoles, 22 de octubre de 2008

A los ojos de Dios...

Señor Diablo:

Tiene mucho tiempo que no sé de usted, sin embargo, tengo algo que contarle. Hace tiempo, siento un nervio invisible, que sale de mi sien y está involuntariamente pegado a la espalda de alguien; un personaje más con quien convivo en el limbo, si es que lo puedo decir de esa manera. Alguna vez, el nervio del que hablo, estuvo ligado al lado izquierdo de su cabeza. Después de todo, hubo quién alguna vez me dijo que todo lo malo se encuentra del lado izquierdo. En este caso, era yo quien estaba a la izquierda. Teníamos conversaciones interminables y muy enriquecedoras, pero se fue, dio la media vuelta y ese delgado hilo que me unía más a dicho personaje, se aferró a su espalda. Ahora, siempre que camino, siguiéndole, me duele la cabeza, más de lo que podría dolerme cortar lo que me une a su espalda. No encuentro una tijera lo suficientemente afilada que me pudiera liberar; auxilio, pido auxilio, ya no quiero estar siguiendo sus pasos, porque duele. Afortunadamente, no se percata de que hay alguien atrás, pero ya estoy muriendo de cansancio. Me veo en la necesidad de recordar aquellos buenos momentos para paliar ese dolor tan insoportable como el de aquella mano izquierda que debieron amputarme al nacer, así tal vez, no estaría usted padeciendo los torbellinos en mi cabeza.

¡Ayúdeme, le ruego!

Le envío un saludo,

-71683.

1 comentario:

Óptimo Sináptico dijo...

No sé... se me ocurrió que también sería conveniente ver quién va pegado detrás de ti, por que hay que recordar que incluso en el limbo nos persigue la incontingencia, y a manera de absurda dialéctica de la desazón, es muy probable que exista otro ser detrás de tu ser que lleva a su vez a una infinidad de repugnantes criaturas...

Borges se decía que los hombres somos piezas de ajedrez que Dios mueve a su antojo, pero también se preguntaba ¿qué Dios detrás de Dios el juego empieza?