domingo, 12 de octubre de 2008

No. 1

Querido Dios (si es que existes):

Me pregunto, ¿qué es lo que ves desde donde estás? ¿Me ves entre la multitud? ¿Sabes que a veces quiero hablar contigo? ¿Me escuchas?

La vida en esta ciudad no está tan mal. Sólo hace falta acostumbrarse un poco a la soledad, aunque estoy inconforme debido a mi carencia de identidad. No siento la pertenencia a ningún lugar, ni aquel sobre el que caminé durante 24 años de mi vida, ni aquel en el que he logrado refugiarme durante este último año. A veces pienso que estoy en el limbo, en el ombligo... donde nadie puede encontrarme, verme o escucharme. Siento que cuando grito lo hago al vacío.

Puede ser que en realidad, soy la única persona que vive en este lugar imaginario que construí en mi mente y el resto de los individuos, (muy semejantes a mí, por cierto) que me encuentro a lo largo del camino y forman parte de mi rutina diaria, no existen más que en el interior de mi cabeza. Posiblemente tú, Dios, seas parte de mis divagaciones mentales, un producto de mi imaginación al que me quiero aferrar para sobrevivir o quizá sólo seas entretenimiento. Después de todo, he escuchado hablar mucho de ti y por lo que veo eres muy popular entre las masas.

Si todo esto es parte de algo que he creado en mi cabeza, quisiera tener la habilidad de crear al compañero perfecto para viajar en el limbo. Francamente, me estoy cansando del Señor Diablo que siempre camina conmigo tomando mi mano izquierda. Sé, de hecho, que el Señor Diablo se está cansando de mí y no creo que le agrada estar viviendo dentro de mi cabeza, es un lugar muy frío, oscuro y solitario. En nuestras discusiones me ha llegado a decir que ni él lo puede soportar, le parece abrumador.

Dios, te pido de favor que le digas que me deje, que se vaya y acompañe a alguien más. Durante 25 años no nos hemos podido entender ni él, ni yo, ni mis pensamientos, que en sí mismos son un conjunto de demonios que seguro, encuentran la manera de torturarlo durante su estancia en mi cabeza, pobre Señor Diablo, lo alimento de cigarrillos y alcohol, y uno que otro sentimiento revestido con alquitrán, pero no lo veo contento, y a decir verdad, cada día lo veo más flaco y agotado. Podría decir que su agotamiento me agota (sic).

Escribo esta carta para pedirte que le invites unos tragos al Señor Diablo y que le hagas entender que soy yo quien le enferma y que hemos creado una codependencia insoportable, ya hemos tenido muchos malos entendidos y discusiones, muchas en las cuales sales a relucir, por eso me imagino que son viejos amigos y podrán llegar a un entendimiento más decente que el que tenemos él y yo.

Te envío mis más cordiales saludos desde el ombligo del limbo.

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