miércoles, 5 de noviembre de 2008

Y así caí de los cielos... y se acabó el estado de gracia...

"Y probando primero con ciertas preguntas que no había nunca conocido a hombre averiguó, y que tan simple era como parecía, por lo que pensó cómo, bajo especie de servir a Dios, debía traerla a su voluntad. Y primeramente con muchas palabras le mostró cuán enemigo de Nuestro Señor era el diablo, y luego le dio a entender que el servicio que más grato podía ser a Dios era meter al demonio en el infierno, adonde Nuestro Señor lo había condenado. La jovencita le preguntó cómo se hacía aquello; Rústico le dijo:

-Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me veas hacer. Y empezó a desnudarse de los pocos vestidos que tenía, y se quedó completamente desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y se puso de rodillas a guisa de quien rezar quisiese y contra él la hizo ponerse a ella. Y estando así, sintiéndose Rústico más que nunca inflamado en su deseo al verla tan hermosa, sucedió la resurrección de la carne; y mirándola Alibech, y maravillándose, dijo:

-Rústico, ¿qué es esa cosa que te veo que así se te sale hacia afuera y yo no la tengo?

-Oh, hija mía -dijo Rústico-, es el diablo de que te he hablado; ya ves, me causa grandísima molestia, tanto que apenas puedo soportarlo.

Entonces dijo la joven:
-Oh, alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú, que no tengo yo ese diablo.

Dijo Rústico:
-Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la tienes en lugar de esto.

Dijo Alibech:
-¿El qué?

Rústico le dijo:
-Tienes el infierno, y te digo que creo que Dios te haya mandado aquí para la salvación de mi alma, porque si ese diablo me va a dar este tormento, si tú quieres tener de mí tanta piedad y sufrir que lo meta en el infierno, me darás a mí grandísimo consuelo y darás a Dios gran placer y servicio, si para ello has venido a estos lugares, como dices.

La joven, de buena fe, repuso:
-Oh, padre mío, puesto que yo tengo el infierno, sea como queréis.

Dijo entonces Rústico:
-Hija mía, bendita seas. Vamos y metámoslo, que luego me deje estar tranquilo."

Giovanni Boccaccio
(Meter el diablo en el infierno)


Regresó el Señor Diablo como una ráfaga de viento inesperada, y apareció, ahora a un lado de mi cama. No lo sentí llegar, sin embargo, fue tan evidente la sensación cálida de sus susurros en mi oído que me despertó poco a poco, esta vez.

-Señor, le extrañé, ¿recibió mis mensajes desde el limbo? -le pregunté mientras mi corazón latía como alas de colibrí.
-Así es, siento mucho haberte abandonado tan abruptamente, yo también te he extrañado, ¿cómo sigue tu mano izquierda? Agusanada, como siempre, por lo que veo.
-Sí, los gusanos ya son parte de mí, hasta les he puesto nombres a cada uno y los he adoptado como mascotas para no sentir los estragos de la soledad durante estos periodos de abandono.
-Bien, ¿me has sustituido por gusanos?
-Es un negocio como cualquier relación ente-ente, pero no lo consideraría como una sustitución, porque así como su existencia es inherentemente única, también la de mis gusanos. Mire cómo se enroscan, parecen niños en un chapoteadero.
-Ya veo. He sabido que has pasado por terrenos pedregosos.
-Así es, y me ha hecho falta, mi mano se aferra al vacío cuando usted se va y la caída es libre hasta romperme los huesos. Pero no se preocupe, sigo en el limbo y usted sabrá dónde encontrarme siempre que decida volver.

El Señor Diablo me envolvió con sus largos brazos, me rendí ante el inevitable cansancio y en menos de lo que imaginé, concilié un sueño profundo como en mucho tiempo no había sucedido.

Tuve un sueño muy extraño, soñé que tenía alas donde ahora tengo unos muñones, y volaba regando los gusanos que salían de mi mano izquierda como flores en un pasillo nupcial mofándome de Dios, éste se enojó conmigo y con una hoz me despojó de mis alas. Así fue como caí de los cielos y terminé en el limbo. Desde entonces, el Señor Diablo y yo somos amigos entrañables con la marejada de emociones que ésto conlleva.

No hay comentarios: